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Atrapados, pero creemos que con salida

 

Se  ha instalado como una sentencia, la sensación de que “no se ven los brotes verdes, las inversiones no llegan, el blanqueo está remolón, y  seguimos con la misma pobreza, el mismo gasto público, y sin saber hacia dónde va el gobierno con la economía”.

Entre la desorientación, el desconocimiento, y la falta de training de un periodismo que estuvo una década polarizado entre oficialismo y oposición, este desesperanzado mensaje se difunde con fuerza, principalmente entre las audiencias mayores de 50 años, una mitad aproximada del electorado. Precisamente, esa mitad está compuesta en buena parte por muchos industriales, profesionales, comerciantes, funcionarios, dirigentes o rentistas, que han quedado domesticados por un populismo que no aprecian, pero al que se habían acostumbrado, usufructuándolo.

Pero ocurre que, los que gobiernan, son un conjunto sub50, y a ellos les cuesta interpretar a sus mayores. En gran mayoría, los miembros de Cambiemos no son soberbios sino más bien sencillos, aunque están bien seguros de la hoja de ruta que están recorriendo y sobre el timonel que los comanda, tratando de mantener la nave sin apartarse del rumbo. Desde luego, ese recorrido está plagado de sorpresas, entre las que aparecen grandezas y pequeñeces, lealtades y traiciones, egoísmos y altruismos, a veces impensadas o impredecibles.

Sin embargo, es innegable la calma y serenidad con que las principales voces –y otras menos destacadas, pero con igual convicción- van transmitiendo a la opinión pública la impresión de que, más allá de adversidades circunstanciales o de las bajezas políticas, paulatinamente las cosas públicas se van ordenando dentro de esta costosa marcha hacia un país normal.

Como hiciera notar Vicente Massot en un reciente informe, muchas de las críticas recibidas por el oficialismo son contradictorias entre sí, según provengan de sectores más cercanos al populismo o a sus diferentes matices, o bien, surjan de otros grupos más ligados a posiciones de centro o derecha. Claro que, repetimos, esta polarización mantiene vigencia sólo en el mundo de los +50, pues las nuevas generaciones están más enfocadas en temas tales como; de qué forma, en dónde y con qué maestros van a educar a sus hijos; de qué manera van a orientarse económicamente dentro del difícil equilibrio que deben mantener entre producir y disfrutar; o cómo van a armonizar sus vidas con sus parejas y sus hijos, dentro de un mundo simultáneo de igualdad y diversidad sexual. Y estas nuevas generaciones –al menos en sus estratos medios- parecen estar mejor comprendidas por el actual gobierno que por la generación de sus padres.

Un buen ejemplo de esta dicotomía generacional, lo brinda el blanqueo implementado en estos días. Se trata de un tema que interesa o aflige sólo a quienes han tenido el tiempo o la suerte para acumular patrimonio, y siempre en el caso de que éste no estuviera declarado ante la Afip. Por lo tanto, sólo importa fundamentalmente a quienes integramos el grupo de aquellos +50. O sea, el grupo de quienes leemos los diarios. Y por eso, se han dedicado enorme cantidad de artículos, reportajes y seminarios en todo el país, con el objeto de despejar las incógnitas que dicho blanqueo despierta. Pero claro, en sus distintas audiencias hubo pocos jóvenes. Dentro de aquellos grupos veteranos, suele percibirse una sensación de estar atrapados sin salida. Mejor dicho, la salida existe, pero va a costar buena plata y va a reducir tanto el tamaño de los patrimonios como el de la renta que produjeron hasta ahora, en igual medida. Estamos de acuerdo en que muchos de los “evasores” acudieron a una “herramienta” ilegal, pero destinada a proteger sus ahorros legítimamente obtenidos.

También es cierto que otros evadieron declarar ingresos poco explicables y, otros más, porque son sencilla y llanamente, delincuentes (chorros, coimeros, estafadores,extorsionadores, narcos, sindicalistas o vistas de aduana). Todos estos últimos motivados por codicia, por figuración, por ostentación guaranga o por sufrir la inseguridad del que se siente un don nadie. La salida para casi todos ellos es cara, pero la mejor.

“Entre fundirme o delinquir, prefiero delinquir”, confesaba un tradicional evasor. Y muchos otros empresarios, comerciantes y profesionales mantuvieron esa tesitura para llevar a cabo actividades que no podrían subsistir si es que estuvieran blanqueadas impositivamente. Pero ahora, por obra y gracia de un cambio en la política de los EE.UU. –que quiere mitigar la influencia de las pandillas narco o de los narco estados-, el dilema para ellos ya no sería “fundirse o delinquir”, sino “pagar impuestos o terminarempobrecidos”.

Y esto, para colmo, tiene una fecha de vencimiento. Por eso –aunque dependiendo por cierto de los distintos montos que manejen-, muchísimos evasores (ahorristas, rentistas, inversores o delincuentes) preferirán blanquear una buena parte de su patrimonio.

Repetimos, todo depende de las cantidades “negreadas”; en cómo y dónde están -o estaban- invertidos hasta ahora; si son guardados en efectivo, en bonos, en acciones o en inmuebles; y finalmente si ellos están guardados aquí, o en el exterior.

Y por si fuera poco, también depende de quién es el titular de dichos fondos. Porque una cosa es pensar como empresario; otra como rentista; otra como viuda, viudo o divorciado; otra como padre o tío; otra como quien mantiene una doble vida secreta; otra como artista, deportista o personaje público; y, por último, otra cosa es reflexionando como un simple burócrata corrupto, que no solamente tendrá que blanquear ahora, sino que estará obligado a justificar sus ingresos en negro del futuro.

Pero, más allá de estas categorías personales, del origen de los fondos, o de que ellos procedan de hechos lícitos o ilícitos, estamos en presencia de un punto de ruptura mundial (aunque en otros países, es cierto, la situación es distinta y el dilema es menor, porque la economía informal no llega al 38% de su PBI, como en Argentina). Cualquierdecisión económica de inversión o de cambio de destino de una inversión –y este blanqueo lo plantea-, enfrenta tres aspectos de análisis básicos: el estratégico; el monto de la ganancia esperada; y los riesgos que se asumen (así como sus probabilidades de que éstos ocurran o no).

Por lo tanto, creemos que se va a producir un cambio estructural de la economía argentina después de este blanqueo, que será mucho más importante de lo que los pronósticos anuncian.

Los riesgos de perder la gobernanza

No obstante, este gobierno enfrenta una tarea compleja. Los problemas que debe resolver son múltiples y anteriores: pobreza, inseguridad, inflación, gobernabilidad, y justicia creíble, entre los principales. La sociedad está económicamente desarticulada y en casi todos los sectores pretendemos que nuestras necesidades sean atendidas prioritariamente. Si bien casi todos nos sentimos atrapados, estamos enrolados entre quienes sostienen que sí hay una salida paulatina, aunque llevará tiempo alcanzarla. Por cierto, una gran duda ensombrece este panorama esperanzador, y ella es si se podrá sostener este inestable pero equilibrado sistema político hoy vigente, con el gobierno de Cambiemos, por una parte, y los gobernadores (13 sobre 24) y la mayoría de los senadores del peronismo, por la otra.

Ese equilibrio permitió hasta ahora levantar el cepo cambiario y aprobar el arreglo con los hold-outs, contando con el apoyo de más dos tercios en ambas cámaras legislativas, así como recientemente, aprobar la ley del Arrepentido. También se pudo sortear la “tormenta perfecta” provocada por el incremento de tarifas eléctricas. Aunque, como sabemos, se avecinan tiempos de elecciones, en los que suelen aparecer nuevos intereses y acuerdos impensados que pueden desequilibrar la inestable coalición lograda.

Son sucesos normales que ocurren en las democracias, pero que aquí –tal vez por falta de práctica- los consideramos como casos críticos. El arte de la política está en unir los intereses de las clases medias (alta y baja), pero cuando esa unión se debilita u opera en contra, se termina en un fracaso o se viven episodios de violencia. Es lo mismo que ocurre en las empresas grandes y medianas, o con el comportamiento de sus mercados consumidores. Y esa es una gran debilidad que suele presentarse cuando se implementan, sea por parte de un gobierno o de la dirección de una empresa, políticas drásticas o de shock.

Pese a que estamos dirigidos por cuadros que no provienen de la política tradicional, en los hechos la actual administración ha demostrado poseer bastante “cintura” política como para manejar situaciones potencialmente conflictivas, como el reciente levantamiento de la propuesta de paro general; la discutida evaluación docente; el operativo de descabezamiento del sistema penitenciario nacional; la crisis de la intervención en la aduana, o bien afrontando la extrema escasez de divisas disponibles.

Claro que, como la desorientación es muy grande –luego del cambio suscitado después de 13 años de populismo-, todos los opositores, desde cualquier posición, atacan a Cambiemos, esperando obtener algún rédito inmediato o un mejor posicionamiento en el futuro. Inclusive, es el caso de algunos aliados, como Ricardo Alfonsín (si es que se puede llamar aliado, a quien busca usufructuar ciertas ventajas del oficialismo y de acomodarse en la oposición, al mismo tiempo).

En un reciente artículo editorial, José Nun, sostuvo que el gobierno de Cambiemos implementó una política de shock, enfoque que no compartimos. La experiencia histórica de la segunda mitad   del siglo XX, indica que no se han podido aplicar medidas de liberalismo económico ortodoxo ni, mucho menos, políticas de shock, bajo regímenes democráticos (Frondizi, De la Rúa, por ejemplo), aunque sí con regímenes autoritarios (Pinochet, o China post Mao). En este cuadro, el gobierno de la Sra. Thatcher sería una excepción, que sólo resultó posible tras un rotundo fracasoeconómico del laborismo inglés, luego de durísimas luchas contra los sindicatos mineros y contando con amplia mayoría en el parlamento. Pero ahora en varios países, ha surgido una suerte de liberalismo “heterodoxo” -que podríamos llamar “adaptativo” a circunstancias y territorios-, aplicable a los casos en que no se disponen mayorías parlamentarias sólidas y en los que no se cuenta con paracaídas económicos aptos, como para evitar las consecuencias de la aplicación de medidas ortodoxas drásticas.

A diferencia del editorial citado, pensamos que el gobierno no aplicó shock alguno, sinoque solamente se fijó prioridades iniciales (supresión del cepo, arreglo con los holdouts, aplicando un tipo de cambio con flotación sucia, buscando el sinceramiento estadístico, y otorgando una mayor liberalidad en el comercio exterior y en los pagos internacionales); y postergó la atención hacia todas las otras prioridades, supeditándolas a los acuerdos políticos que pudiera o no lograr. Este “gradualismo” no es del agrado de los economistas más liberales, que advierten sobre una recidiva de la crisis heredada y sobre la segura continuidad del estancamiento económico soportado en los últimos años.

En nuestra opinión, creemos que olvidan, la forma crítica en que se tuvieron que ir -dejando su tarea a medio hacer- los ministros Alsogaray, Rodrigo, Sourrouille, Machinea, López Murphy o Cavallo, al pretender implementar cambios o medidas rígidas, sin contar con un sólido sustrato político parlamentario o habiendo perdido las elecciones.

Es que los “campeonatos morales” y las buenas intenciones, no sirven para alcanzar a cambiar las estructuras básicas que provocaron un comprobado fracaso. Por otro lado, la oposición peronista (desde los diversos pliegos de su abanico), no parece tomar en cuenta el consejo de Henry Kissinguer: “La sola manifestación de fuerzas, sin una dimensión moral, no alcanza para gobernar”. Y basado en éste consejo, podemos sostener que si a Cambiemos le cuesta domesticar la crisis y modificar los tientos que han maniatado la economía argentina, al peronismo –en cualquiera de sus vertientes- le habría de costar el doble hacerlo.

Puede ocurrir que algunos de sus dirigentes se sientan tentados a tirar del hilo hasta destejer todo el suéter, pero sólo tendrán un éxito efímero y agregarán el humillante título de “enterradores” del PJ.

Convengamos, el gobierno está atrapado, pero tiene una salida posible que requiere el concurso de buena parte del peronismo. Este podría rehusarse a brindar su apoyo, pero esa actitud provocaría una victoria a lo Pirro, que sólo alcanzaría para el lucimiento temporario de sus más viejos o a sus más desprestigiados dirigentes. Su dilema actuales: ¿abrimos la trampera o nos quedamos también adentro?

Claro que aun contando con ese apoyo de parte del justicialismo, Cambiemos tiene un fuerte desafío vital, que será necesariamente evaluado antes de la próxima elección presidencial. Se trata de algo más que la disminución sustancial de la pobreza: resulta imprescindible recuperar la que fuera una característica de nuestro país hasta mediados del siglo pasado, la mentada y gratificante movilidad social. O sea, esa verdadera sensación térmica de la sociedad que se produce cuando el grueso de la misma avizora que su próxima generación tendrá un futuro mejor que la presente, tanto en cantidad como en calidad.

Y si este gobierno no lo lograse, volveremos a ser gobernados por algún tipo de populismo, con igual, parecida o diferente escarapela. Y aquél apoyo, creemos, será la verdadera salida de la trampa en la que estamos encerrados.

 

Estudio Adolfo Ruiz & Asociados – Perspectivas Microeconómicas

perspectivasmicroeconomicas@fibertel.com.ar

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